Si eres diseñador esta situación te será familiar: un compañero de la oficina se levanta a tomar café y cuando pasa detrás de tu silla se queda parado detrás tuyo mirando a tu monitor. “Oh! perdona que te moleste, pero es que me parece cosa de magia lo que haces.”
Magia (del latín magia, derivado a su vez del griego μαγεία, de igual significado que en español, probablemente del antiguo persa magush, que contiene la raíz magh-: «ser capaz», «tener poder»; haciendo referencia a la antigua casta sacerdotal persa) es el arte con el que, mediante conocimientos y prácticas se pretende producir resultados contrarios a las leyes naturales conocidas valiéndose de ciertos actos o palabras.
Para los que no trabajan con elementos visuales, la actividad del diseño y todo lo desarrollado con la plástica tiene mucho atractivo, como si se tratase de un don innato inaccesible para algunas personas, las cuales no comprenden los procesos mentales que hay detrás de la práctica del diseño, sólo ven el “truco” final.
Jared Spool lleva años trazando paralelismos entre la magia y el diseño de la experiencia de usuario, seguramente influenciado por su hijo reed, con el cual recientemente realizó una charla en IDEA 2010; The Best is the Enemy of the Good, donde habló de la similitudes entre el aprendizaje de la magia y el diseño de experiencia. En el correspondiente podcast en Johnny Holland comentaba algo así: “Cuando quieres hacer magia el primer truco siempre sale horroroso, y luego cuando crees que sabes algo, te comparas con otros magos y sientes que eres lo peor”.
“What you may not realize, however, is professional magic has a hundred year jump on experience design. That field’s drive for perfection started before the time of Houdini, in the late 1800s. The methods, philosophies, and culture behind their drive has gone through many years of refinement and maturation. There’s a lot that today’s experience designers can learn from how professional magicians approach their craft.”
Si te dedicas a esto sabrás que no naciste aprendiendo a diseñar, quizás a temprana edad alguien te dijo que dibujabas bien (y te lo creíste), y esa motivación te sirvió de acicate para seguir practicando, o quizás tu interés se despertó más tarde, pero tuviste que practicar, copiar a otros, leer mucho para justificar tus decisiones y equivocarte muchas veces hasta llegar a lo que sabes ahora, es más, hoy en día tienes la sensación que aún sabes menos que cuando empezaste y que aún te queda mucho por aprender.
“To say I’m at that fourth level for everything I do would be completely wrong. As the great Robert Heinlein would say, ‘I am only an egg”.
Trabajar con los modelos mentales, alterar la percepción y hacer disfrutar al espectador de la experiencia son trucos del oficio del mago. Las mismas técnicas que los diseñadores utilizan para crear ilusiones en los productos.
Al hacer magia, tienes que separar el modelo mental del espectador del modelo mental del mago. Solo el mago comprende todo lo que pasa a través de su punto de vista (ya sea un juego de espejos, o una cuestión de velocidad con la manos). En este sentido los diseñadores pueden definir modelos mentales que alteran la percepción de los acontecimientos. Por ejemplo, un simple “truco” de diseño (una barra de progreso, ofrecer datos de forma secuencial) puede acelerar la percepción de velocidad de respuesta del sistema.
Un mago también ha de ser un gran contador de historias, ha del dominar el arte de la narración, controlar el clímax durante el truco, al igual que los diseñadores de experiencia de usuario hacen con una aplicación (ese clímax del carrito de la compra).
La magia está de moda últimamente, quizá por el exceso de “realidad” que nos rodea. El otro día sin ir más lejos unos niños me espetaron por la calle “¡Mira, Harry Potter de mayor!”. Qué más quisiera yo, tan sólo se hacer un par de trucos…