Es muy posible que estés leyendo este texto desde un smartphone, si es así, hazme un favor, levanta tu cabeza y mira a tu alrededor durante medio minuto.
¿Ya estás? ¿Qué has observado? ¿Qué te ha llamado la atención? ¿Te has fijado en cómo se comportan el resto de las personas del autobús o el metro? ¿Has observado cómo utilizan sus otros teléfonos móviles? ¿Si tienen smartphone? ¿Si están mirando las musarañas? ¿Si están dormidos?
Es muy probable que en este pequeño lapso de tiempo os haya llamado la atención: las 10 o 12 personas que al igual que tú no levantan su mirada de su teléfono móvil. La señora que se sienta a tu lado y juega al solitario o al snake con su viejo, desgastado y funcional Nokia. El señor que sostiene y lee de forma espartana el best-seller de 1 kg forrado en papel de periódico. La chica del sudoku del diario gratuito. El joven que lee una partitura mientras con la mano toca un piano invisible en el aire…
A parte de la gratificante experiencia de re-conexión con el mundo real, es muy posible que, observando vuestro entorno, se os haya ocurrido la solución para la ubicación de aquel dichoso botón, que tantos errores os dio en el test de usuarios. Quizá os haya inspirado una idea para una nueva aplicación, o simplemente hayáis perdido el tiempo sin hacer nada durante 30 segundos.
¿Qué derroche no? Medio minuto sin aprovechar el tiempo entre trayectos.
No se a vosotros, pero a mi por ese medio minuto aprovechado he perdido muchos autobuses, por no darme cuenta de se acercaba y levantar la mano para avisar al conductor. Me he pasado de la parada del metro. Me han estado a punto de atropellar varias veces, por seguir mirando la pantalla mientras camino… Pero lo que es peor, por no levantar la cabeza, quizá he perdido muchas oportunidades de observar el entorno, descubrir y dejar la mente en blanco para simplemente asentar las ideas del día.
Como profesionales de la Experiencia de Usuario hemos de procurar moderar la pulsión cognitiva de la pantalla y re-encontrarnos con el hábito de la observación etnográfica, del time-line de la vida real, que es el destino final de nuestro trabajo.