En algún momento de nuestra vida, a veces de forma recurrente un par de veces al año, nos hemos sentado en el suelo a poner orden a aquellos recuerdos que aún guardamos en papel o en formato analógico (libros, fotos, música…). Ya sea por una mudanza o simplemente el “cambio de armario”, organizamos y clasificamos objetos, dándole nuevos significados. Nuestros trastos pueden crear diagramas de afinidad.
Un diagrama de afinidad es un método o herramienta visual que permite organizar y sintetizar grandes cantidades de información. Estos diagramas se construyen a través de la clasificación y agrupación de ideas, conceptos o datos relacionados que han sido recolectados durante procesos de investigación, entrevistas o análisis.
La esencia de este sencillo método radica en su capacidad para revelar patrones emergentes, conexiones y tendencias a partir de la información recopilada, proporcionando una visión clara y estructurada.
Los diagramas de afinidad no solo representan una técnica eficaz para la síntesis de datos, sino que también reflejan la filosofía de la metodología nacida en oriente.
Jiro Kawakita fue el cuarto de seis hijos, nacido en 1920 en la prefectura de Mie, Japón. Después de vivir en Tokio, se educó en Kioto donde cultivó su amor por la montaña, que perduró toda su vida. Durante la guerra, estudió geografía en la Universidad de Kyoto y más tarde obtuvo una cátedra en la Universidad de Osaka. Pasó las décadas de 1950 y 1960 realizando exploraciones científicas sociales en Japón, la India y Nepal, donde inició estudios antropológicos sobre los desafíos del suministro de agua en valles remotos del Himalaya.
Durante un estudio etnogeográfico sobre el equilibrio ambiental en el valle de Sikha en Nepal, se encontró en la siguiente situación:
Con grandes cantidades de datos esparcidos sobre mi escritorio, había estado devanándome los sesos para encontrar alguna manera de integrarlos cuando de repente me di cuenta de que dependiendo de la disposición espacial de las tarjetas, podía ver nuevos significados en ellas y encontrar formas de sistematizar los datos. Ese fue el primer descubrimiento que llevó a la creación del Método KJ.
Jiro Kawakita
De esta forma tan modesta surgió el Método KJ, también conocido como diagrama de afinidad: “un método para sintetizar ideas mediante la disposición de objetos en el espacio”. La técnica fue evolucionando a partir de las expediciones del profesor Kawakita en Asia desde la década de 1960, perfeccionándola más tarde junto con estudiantes y colegas.
La técnica de los diagramas de afinidad destaca en tres aspectos clave:
La deducción, que implica razonar desde premisas hasta una conclusión comprobada, y la inducción, que deriva reglas generales a partir de observaciones comunes, son estilos de pensamiento lógico comunes. Sin embargo, el filósofo Shunpei Ueyama sugirió que la metodología de los diagramas de afinidad no se alinea ni con la deducción ni con la inducción, sino más bien con la abducción, una forma menos conocida pero poderosa de razonamiento formalizada por Charles Sanders Pierce, del que hemos hablado con anterioridad por aquí.
En un argumento abductivo, se razona desde observaciones hacia una hipótesis que, de ser cierta, explicaría esas observaciones. Por lo tanto, los diagramas de afinidad se convierten en una herramienta perfecta para el pensamiento abductivo, generando significado a partir de numerosas piezas de información.
En 1964 Kawakita publicó Pati Gaku (barco de fiesta), que describía una forma temprana del Método KJ y obtuvo un reconocimiento considerable en la comunidad empresarial japonesa. Tres años más tarde publicó Hassoho (abducción), presentando de forma más general el Método KJ en forma de libro. A partir de 1970, el Método KJ empezó a ganar terreno en las teorías de gestión y calidad, convertiéndose en uno de los siete «Métodos de Gestión» fundamentales en Japón, junto con metodologías como diagramas de árbol y las matrices de priorización. El método se integró especialmente bien con la cultura de gestión japonesa, centrada en la creación de consenso y la armonía grupal. Luego en la década de 1990, el método comenzó a difundirse en Occidente, extendiéndose como herramienta de estrategia, investigación y diseño en todo el mundo.
En el corazón de esta metodología, se encuentra una profunda experiencia de autodescubrimiento y paciencia. La transcripción de una entrevista puede generar cientos de citas, y decenas de entrevistas pueden producir mil objetos para clasificar. La cantidad de información puede resultar abrumadora:
Una vez colocados todos los papeles, llega entonces el momento de leerlos todos, con paciencia y tranquilidad, empezando por los extremos o por el centro o por cualquier lugar. Realmente no es necesario leerlos todos; se trata más de mirarlos. Una discusión de tres horas puede producir hasta doscientas o trescientas hojas de papel, y esto puede resultar abrumador para algunas personas impacientes. Sin embargo, no hay por qué entrar en pánico. Simplemente mire toda la hoja y comience desde cualquier lugar. Al cabo de un rato, aparecerá una sensación de familiaridad entre los trozos de papel. Aparecerán conexiones notables entre los documentos, como que «este documento dice lo mismo que aquel» o «estos documentos son muy similares». Una vez que encuentre dichas conexiones, mueva los trozos de papel uno al lado del otro. De esta forma empezarán a aparecer grupos de papeles a lo largo de toda la mesa. En cierto sentido, pequeños equipos de hojas de papel individuales.
Jiro Kawakita
Se trata por lo tanto de un ejercicio de altruismo, paciencia y escucha activa, que nos convierte en administradores de un proceso de búsqueda de significado que puede ser transformador. Es imposible pasar cientos de horas escuchando, grabando, transcribiendo, moviendo, agrupando y etiquetando temas sobre un tema u otro sin que el proceso te cambie de alguna manera. Y como en cualquier proceso de cambio, cualquier atajo es una trampa.