A principios de los años 20, Mies van der Rohe irrumpió en el mundo de la Arquitectura modernista con la propuesta de hacer un edificio revestido completamente de cristal para Berlín, un monolito minimalista carente de ornamentación. La era de los rascacielos había nacido, el edificio-símbolo de la arquitectura de oficinas y las grandes corporaciones.
Con el tiempo, el efecto espejo o de reflejo en los edificios de oficinas se convirtió en un aspecto icónico de la arquitectura de las grandes corporaciones, teniendo como hito técnico la construcción de la Torre John Hancock de Boston, un monolito de cristal donde apenas se intuye la estructura interior.
El «efecto espejo» es un elemento básico de la arquitectura y diseño de los elementos de control, el observador puede observar con total impunidad sin que el resto de los transeúntes reparen donde está clavando su mirada.
El espejo tiene un doble rasero de comportamiento: atrae el narcisismo de los más ingenuos, que no reparan en acercarse a él para acicalarse, y produce el rechazo de los que saben se sienten observados.
Haciendo una más que forzada metáfora, un efecto similar se produce en Internet con los populares widgets de Facebook y el casi desaparecido módulo de +1’s de los resultados de Google, al visitar una página podemos ver como algunos de nuestros amigos y gente anónima ha pasado por el site y ha interactuado con él, o como nuestro avatar aparece para hacer un “me gusta” o un comentario, produciendo el efecto llamada del espejo.
¿Produce rechazo a los usuarios? No estoy del todo seguro, es posible que al principio sí, pero al igual que los edificios-espejo ya forman parte del paisaje y nos hemos acostumbrado a interactuar con ellos. ¿Pero cómo interactuamos? Está claro que de forma compulsiva, al igual que cuando caminamos por la calle y miramos de reojo a nuestro reflejo en el escaparate.
Como bien expuso Oliver Reichenstein se trata de elementos temporales, que van a tender a desaparecer más tarde o más temprano, como el uso de materiales reflectantes en los edificios, cuyos reflejos a veces nos deslumbran, cuando hace mucho sol.