Desde hace muchos años, cada vez que tengo una época con mucho estrés me repito a mi mismo el mismo salmo: “No eres un cirujano, no eres un arquitecto, un error tuyo no implica la pérdida de vidas humanas”. El salmo lo maticé bastante hace tiempo, cuando empecé a trabajar en proyectos relacionados con la salud, pero bueno, no tenía en mis manos el corazón de una persona, y eso reducía un poco la ansiedad.
Aunque trabajamos en Experiencia de Usuario, pocas veces le miramos a los ojos a este cuando está trasteando con nuestro trabajo, excepto en los cada vez más escasos test de usuarios, pero admitámoslo, siempre lo hacemos desde la barrera y nunca admitimos delante de él que nosotros somos los responsables del error.
Siempre he creído que el material y el medio con el que trabajas condiciona tu carácter, aunque intelectualizamos en exceso nuestro trabajo, el proyecto final no deja de ser una mera herramienta virtual proyectada sobre una pantalla. Una herramienta maleable, blanda, que puede ser modificada con cierta agilidad si no cumple correctamente su cometido.
Aunque esta característica le otorga gran complejidad a nuestro trabajo, no deja de tener un doble rasero sobre como nos aproximamos a ella. Aceptemos que la comunidad profesional ha tardado mucho tiempo en introducir el rigor y la metodología a los productos digitales. El éxito y la boyancia actual del sector, teniendo en cuenta la que está cayendo, no es ni más ni menos fruto de las lecciones que aprendimos hace más de 10 años en la “burbuja punto com”. Cuesta introducir rigor, metodología y proceso en un medio cuanto este es tan maleable como la plastilina, a veces me pregunto si nos aproximaríamos de la misma forma a nuestro trabajo si talláramos en piedra los proyectos, si un fallo el cálculo de la estrategia de la trayectoria de la tuneladora implicara un colapso en los cimientos de los edificios históricos que acaricia a su paso.
Nuestro trabajo es reversible, degradable, efímero y muchas veces futíl, y eso a veces lo acerca más al reino de la performance que al del diseño. Procuremos entonces no sobreactuar, y no desplegar más medios que los necesarios para realizar nuestro trabajo. El trabajo final de un escenógrafo es dejar lista la escena, no abrumar a los actores con los croquis de su trabajo.